Bienvenidos a la página del Club Social y Deportivo I. L. Peretz de Villa Lynch.

PORQUE AUNQUE FISICAMENTE YA NO LO TENGAMOS, EL SENTIMIENTO PERETZIANO PERMANECE INTACTO. POR ESO, AUNQUE SEA VIRTUALMENTE, DEBEMOS DARLE CONTINUIDAD. ESTE SITIO SERÁ DE TODOS Y PARA TODOS, PARA COMPARTIR EXPERIENCIAS, RECUERDOS, FOTOS, PALABRAS.

¡ VIVA EL PERETZ !

lunes, 16 de junio de 2008

Plusvalía Peretziana

17 de Diciembre, la refundación.

Varios de ustedes conocen esta historia muy bien, pero en este momento volver a contarla es imprescindible, porque es la única forma de mantenerla viva.

Es una historia particular, pero a la vez general, porque se enmarca en un proceso que vivió nuestro país a lo largo del siglo XX. Se trata, para decirlo en pocas líneas, del surgimiento de cientos de instituciones, clubes, bibliotecas y escuelas barriales que se constituyeron en prácticas sociales y políticas para difundir la cultura popular, para integrarse a una sociedad en conformación y para hacer frente a los desafíos del progreso y las injusticias de la humanidad. Y así también, su declinamiento es parte del mismo proceso general de pérdidas de participación que la sociedad argentina toda, vivió en los últimos años.

Hacia la década del treinta, la comunidad zonal se caracterizaba por ser, en gran parte, de origen inmigrante. Entre las familias judías, se encontraban aquellas que venían de las fábricas de Valentín Alsina, dónde cómo lo afirma con sus cien años Fishke Wolkowisky, trabajaban incansablemente: “porque querían llegar a algo”. Muchos, abandonaban las colonias agrícolas del Litoral en busca de la prosperidad económica que Buenos Aires prometía y finalmente otros, recién llegados a la Argentina, escapaban del fuerte antisemitismo europeo, y sin saberlo aún, escapaban del horror que el futuro les deparaba.

Todos ellos encontraron su lugar en este cálido barrio, que cómo cuenta Benito Sak: “Comienza con una disposición municipal de la Ciudad de Buenos Aires, por la cual se prohibía la instalación de industrias dentro de la Capital Federal. A raíz de eso, muchas pequeñas fábricas tuvieron que mudarse al Gran Buenos Aires y sus dueños descubrieron que, ahí muy cerca, en el Partido de San Martín, se encontraba el sitio adecuado: Villa Lynch, cuyo nombre remite a la estación homónima del ferrocarril Lacroze. Una “Manchester en miniatura” la definiría años más tarde Gregorio Gelman. En su mayoría de oficio, tejedores, caminaron estas calles y tejieron, literalmente, la industria textil en el barrio. El sonido de los telares se multiplicaba impregnando las mañanas y las tardes de arduo trabajo, en palabras de Benito Sak: “No hacian falta grandes construcciones para levantar una fábrica en Villa Lynch, cuatro paredes y un techito de chapa eran suficiente para poner un telar y trabajar día y noche”

En este espacio de socialización, los vecinos italianos, españoles, rusos, polacos y criollos se ayudaban mutuamente, se encontraban en la calle, la feria, el correo y el banco. Uno nunca estaba del todo solo, porque ahí estaban los vecinos. Esas familias construyeron lazos de solidaridad, le dieron forma a una época de progreso. Ese espíritu de integración y compañerismo representaba el anhelo de sociedad que no habían podido alcanzar en su tierra natal. Ahora, sus hijos nacían en Argentina, había que educarlos, había que mostrarles que hablar ese idioma extraño, mezcla de idish con castellano, tomar mate en la vereda leyendo un periódico indescifrable y destinar el poco tiempo libre al activismo no era imposible.

Después de tres años de funcionar en una casa en Devoto, en la Av. Gral. Paz 22, el 18 de Marzo de 1940, la izquierda judía progresista de Villa Lynch fundaba el Centro Cultural y Deportivo “I.L.Peretz” en las calles Monteagudo y Rodríguez Peña, gracias a los aportes de una comunidad floreciente que se proponía no sólo un lugar para sí, sino para cientos de socios e instituciones que quisieran compartir nuestro ámbito cultural y deportivo. Sak recordaba así aquel encuentro: “He llegado aquí en forma anónima, como un desconocido, nadie conocía mi origen, ni en que instituciones había actuado, Sin embargo al poco tiempo, me han recibido con los brazos abiertos, me han confiado los cargos más importantes que la institución podía brindar a un activista y me han sostenido todos estos años. Aquí hice mi aprendizaje, el I L Peretz de Villa Lynch me ha inspirado a pensar, a estudiar y proporcionar cada vez más a los compañeros que me han rodeado y escuchado.” Esos compañeros, no eran ni mas ni menos que nuestros padres y abuelos que se juntaban para ayudar y trabajar en la vida cultural mientras otros más jóvenes con el tiempo, construirían una estructura deportiva de grandes dimensiones. Y de esto no hace mucho…los chicos que tienen hoy veinte años llegaron a hacer en el Peretz su jardín de infantes y los adultos que tienen hoy más de cincuenta aprendieron el idish en las aulas del shule a contraturno, que más tarde sólo albergaron a los grupos de Kinder Club.

Todas las generaciones nos vemos involucradas, aquí pasábamos las semanas enteras, porque cuando la escuela complementaria dejó de funcionar, aún nos quedaba el jardín de infantes, el kinder y otras actividades educativas. Además, como casi todos los socios ibámos a la pileta, entrenábamos algún deporte o hacíamos talleres artísticos, “el Peretz”, “el club” se transformaba en una segunda casa...era nuestra casa, nuestro refugio cotidiano.

Sak escribía en un Anuario del 70: “Es que los problemas de la institución eran nuestros problemas, y les dedicábamos mas tiempo que a nuestros asuntos privados. Solo así se entiende el vertiginoso crecimiento del Peretz.

La mirada de sus fundadores y el sustento pluralista y humanista que tenía lugar en sus prácticas, encaminaría su identidad hacia una integración plena con el barrio. Años más tarde sería declarada por la Municipalidad de San Martín como Entidad de Bien Público, bajo el Decreto Nº 528 de 1984.

Para ese mismo año, computaba el socio Nº 12 232. Hoy nos parece increíble que aquellos días de torneos de pileta o partidos de volley se hayan esfumado. El club Peretz parecía ser eterno….pero los tiempos cambiaban y el proyecto de país industrial mostraba sus fracasos hacia la década del sesenta….la Capital Federal se volvía un punto atractivo para los vecinos que iban progresando económicamente. La sociedad se transformaba y varias instancias institucionales parecían dejar de tener sentido porque no acompañaban a las nuevas formas de vida y esparcimiento: ¿para qué seguir enseñando idish a los jóvenes o mantener un teatro que perdió su resplandor? Eran decisiones, acertadas o no, pero de personas que ponían lo mejor de sí para que el Peretz progrese. Desde los años ochenta, las generaciones jóvenes volcarían sus intereses en otros espacios, ¿por qué?, ¿cómo sucedió?. No son respuestas simples, merecen un estudio profundo. Pero es innegable, y no sólo para nuestro movimiento, que los efectos sociales de la dictadura y la década del noventa afianzaron el neoliberalismo político y cultural que terminó de desdibujar las formas colectivas de participación.

Hoy en este barrio, las cosas son muy distintas...no se trata del entrañable ruido de los telares…porque el paso del tiempo es inevitable, pero hay huellas que perduran: los pájaros de la hora de la siesta siguen cantando, los paraísos aromatizan las veredas y hay otro color en las paredes, que va tapando de a poco, el gris oscuro del galpón abandonado. Son retazos del Villa Lynch que conocimos. Sin embargo, aquí estamos, queriendo encontrar de nuevo el lugar que tal vez no encontramos en ninguna parte. Y no va a resultar ser el mismo club que vivimos, ni el barrio lo es. Pero tenemos una historia en común que vale la pena recrear y podemos darle forma a un futuro dónde también, recuperemos retacitos de lo vivido. Es un brote en el viejo tronco que puede convertirse en rama con hojas, pero tendremos que permanecer y tomar en cuenta la experiencia de los que nos han precedido. En una oportunidad sugería Benito Sak: “recordemos nosotros que una de las tareas principales de los compañeros activistas socios de una institución cultural, política y social es, ante todo, respetar al compañero. Debemos apreciar a los compañeros aunque sea mínima su participación en nuestras actividades, porque una persona que ingresa a la actividad social, que deja de trabajar por sus intereses y felicidad personal y dedica una parte de su valioso tiempo a la tarea colectiva, ya es una persona superior, que merece todo nuestro aprecio, todo el cuidado que debemos tener para no herir jamás su dignidad, aunque hable a veces equivocadamente. Equivocarnos, podemos hacerlo todos”

Empezar de nuevo, no es empezar de cero. Tenemos un importante capital humano y cultural que debemos valorar y errores que reparar, pero que mejor que este consejo de respetar al compañero como principio fundador.

También decía Sak: “Hay que incorporar a los jóvenes, hay que enseñarles la pedagogía del activismo y decía Meyer Kot: “Todos y cada uno tendrán el beneficio de este trabajo. Todos y cada uno gozaran de la plusvalía peretziana”

Tenemos que encontrar la necesaria vinculación para lograr la continuidad de esta iniciativa. Por eso y afortunadamente, hoy somos más que ese grupo de jóvenes nostálgicos que conformamos el Proyecto Peretz 2005.

Quisiéramos nombrar a todas las personas que se han acercado de nuevo al club, pero corremos el riesgo de olvidar a alguien, entonces, al igual que Benito Sak o Meyer Kot, que en estas palabras, representan a cientos de activistas e intelectuales de la institución, Hoy agradecemos a aquellos que vienen cada sábado no importa cuan lejos vivan, a los que vencen la tristeza de verlo así y apuestan a recuperarlo, a los que no conocieron el Peretz pero se conmueven con este emprendimiento y a todos los que están poniendo su tiempo y energía en este sueño. Confiamos en que su compromiso y su voluntad sea sólo el comienzo,…para nosotros y para que podamos darles un poco de club Peretz a nuestros hijos.

Si queremos mirar hacia el futuro para poder construir nuestro presente, tendremos que rescatar nuestro pasado, que es la base de lo que edificaremos. En esta historia, análogamente a la de las fábricas de Villa Lynch, nada se pierde, todo se transforma.

Nerina Visacovsky.

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