La nostalgia de lo que cada uno vivió en el club I.L. Peretz estaba movilizando recuerdos en cada reunión de amigos. Por Villa Lynch, por Devoto y hasta por barrios de otros países, el espectro peretziano rondaba la mente de algunas personas de las catorce mil que pasaron por aquel espacio tan querido.
El fantasma aparecía reiteradamente y la forma más simple de alejarlo, era encontrar alguna justificación racional que cerrara aquel tema, que era cosa del pasado. Fue entonces, cuando por fin, la visión tomó cuerpo en un grupo muy reducido de jóvenes, quienes nos preguntamos: ¿qué podemos hacer por el Peretz y en el Peretz? ¿Podíamos realmente hacer algo por el lugar dónde crecimos, dónde disfrutamos de aprender y enseñar, y dónde adquirimos valores que nos han dejado una huella tan profunda? Teníamos un deseo, recuperar pedacitos de lo que hoy forma parte de nuestra identidad.
La tarea no fue fácil, pero aunque pocos, estábamos decididos a vencer la angustia de ver el edificio sucio y abandonado. Allí nos esperaban cientos de libros y un desafío que merecía el esfuerzo: reencontrarnos.
Fuimos tres personas el primer sábado de invierno. Los días lluviosos tornaban la jornada gris. No había luz ni agua, a veces parecía imposible abordar la inmensa mole. Sin embargo, cuando salía el sol y nueva gente se sumaba al proyecto o venía de visita, el patio empezaba a estar vivo otra vez. El espacio de trabajo logro solidificarse. El apoyo de los directivos a nuestra iniciativa se volvió permanente y después de la muestra del Proyecto Peretz 2005 que organizamos en Septiembre y los efectos de la página web, despertó en varios más, el socio Peretz que llevamos dentro.
Las imágenes hablan solas: ver a un par de pibes de veinte tratando de descifrar, por las fotos, el contenido de un libro en idish, ver a otro trabajando la tierra en un cantero, cebando un mate al compañero, ponerse emocionado la camiseta y el escudito rojo y blanco, escuchar las historias de los que han vivido los sucesos del siglo XX en la piel, u observar a aquellos que cierran los ojos y describen con lágrimas el Peretz de su infancia, son experiencias que se inscriben en el alma y qué sólo sobre estos cimientos se producen.
Las semanas pasan y las ideas crecen. En cada día de trabajo se producen avances en cantidades de asuntos, llegan nuevos colaboradores y lo realmente importante: soñamos, tenemos esperanzas, tenemos un proyecto.
El espíritu de los inmigrantes judíos textiles de la zona, generó una fuente inagotable de pasiones…y lo que esta sucediendo es la prueba de que el corazón del Centro Cultural y Deportivo I.L.Peretz todavía late. Ninguna historia local escapa a su contexto, ni tampoco a las discusiones internas, los desencuentros y las decisiones desacertadas. Es parte de la cuestión y es necesario conocer la historia para no cometer los errores del pasado, pero el trabajo prospectivo tiene que pesar mucho más. Este es un intento que se esta convirtiendo en la historia misma de nuestro presente. Es un brote que puede ser rama llena de hojas.
Hoy nos planteamos mirar hacia delante para poder reconstruir un lugar dónde todos, pero especialmente los jóvenes podamos recrear al menos una mínima parte de lo que vivimos allí y retornar a la senda de la continuidad de aquel entorno tan especial para que podamos cumplir un sueño muy simple: sentir que la historia no terminó y que volver y llevar a nuestros hijos al club todavía es posible.
30-11-2005
Nerina Visacovsky.
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